domingo, 16 de mayo de 2010

15 (basada en un historia real)

Todos sus días eran iguales. Pero justo esa mañana no. Se levantó, no se sentía bien y se fue derechito pal hospital.
Ahí le diagnosticaron cáncer y con él, quince días de vida. Solo quince días. Así nomás, un bife en la jeta que de golpe te despabila.
Lloró...aunque el era un tipo bien macho y las tenía bien puestas, lloró. Llamó a aquellos amigos perdidos en el camino para despedirse, sin rencores ni consejos. Le dió de comer al perro. Le puso una ración un poco más abundante de lo habitual, como reconociendo a fin de cuentas que él era su única compañía. Listo. Y todavía faltaban quince días más!
¿Qué hacer con esos quince días? ¿Son un regalo de Dios o una espera interminable hasta el final? Se le ocurrió empezar a arreglar algunos trámites, para que todo quede bien clarito post mortem. Si, estando a un paso de la muerte, se puso a pensar en obligaciones burocráticas; puro papelerío, pero creía que iba a ser importante para aquellos que lo llorarán ¿Lo llorarán? Sus seres más queridos, lejos ¿Lamentarán tanto su pérdida o solo será una mala noticia que llega del otro lado del mundo? ¿Lo sentirán tanto como un dolor de muelas o nada más derramarán por él un par de lágrimas, como quien corta un cebolla de verdeo? No lo sé. Solo sé que en esos quince días estuvo solo, y esa soledad terminó siendo mucho más letal que el mismo cáncer.
Una historia triste, el final ya se sabe.

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